martes, 9 de abril de 2013

La profanación

   

     El chirrido de las viejas y oxidadas bisagras acompañó el movimiento del portón que se habría. La vieja y gruesa madera mostró tras de si los peldaños de piedra que descendían por un estrecho pasillo hacía la oscuridad más absoluta.

     Alumbrando con una antorcha de madera y semi encogido por la poca altura del habitáculo, la figura descendió a una velocidad pausada. Conocía cada rincón del emplazamiento como la palma de su mano y no necesitaba mirar al suelo para esquivar los escalones imperfectos que le podrían hacer tropezar. Iba tarareando una canción alegre mientras acompañaba el ritmo con golpecitos de su mano en los maltrechos y antiquísimos bloques de piedra que formaban las paredes y el techo en forma de arco sobre su cabeza.

     Una vez hubo llegado abajo, y tras abrir una segunda puerta con un manojo de grandes llaves tintineantes, se quitó el largo abrigo negro y lo colgó en una percha junto a la entrada. En camisa de botones y tirantes, fue hasta una vieja mesa de tosca madera, apolillada y decrepita, donde eligió entre una serie de herramientas unas tenazas afiladas de tamaño desmedido. Tras esto, aún entorcha en mano caminó por la sala esquivando los hinchados y putrefactos cadáveres que colgaban clavados de los gachos del techo.

     Haciendo zig zag entre ellos, y ayudándose con los brazos para empujar algunos que se interponían en su camino, llego al final de la estancia. Colocó la antorcha en un candelabro y se sentó en el taburete que estaba justo debajo de él.
     Ante si había una persona encadenada a un poste de madera, con esposas en manos y pies. Parecía deslumbrada ante la luz del fuego, desorientada y mal alimentada.

    -Bien -dijo la voz de su visitante- es hora de divertirnos-. Y abriendo las tenazas comenzó a cortar las extremidades de su víctima.

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Prólogo de mi nuevo proyecto "La profanación", historia homenaje a la novela negra que iré publicando poco a poco en Wattpad. Podéis leerla desde aquí.

sábado, 6 de abril de 2013

Periodo II: La primera aventura (III)

En este episodio el guerrero enfrenta la primera gran misión de su vida, ¿saldrá victorioso?.
 
  Periodo II: La primera aventura (III)

    Simplon fue rápido y conciso, me explicó de forma muy apresurada que recientemente el Lord del castillo estaba tratando de restaurar las ruinas de Agony y Despair, un proyecto algo loco dada la escasez de recursos locales. Es cierto que el territorio de Gludio es uno de los mayores del Reino, tanto de Aden como de Elmore y tan solo equiparable en extensión con el de Oren. Pero el nivel de la comarca, tanto políticamente como económicamente está anclada en el pasado y es una de las regiones más pobres del mundo conocido. Gludin ha crecido mucho gracias a su mercado naval y a su puerto que lleva viajeros a Goddard, Talking y Girand, pero el echo estar tan alejada de la capital del reino lastra su economía e importancia. Si esto no fuera poco, también perjudica la distancia que existe entre la ciudad y el castillo desde donde el lord gobierna Gludio.
     Sin embargo, si a estas tres ciudades le sumáramos unas reconstruidas Agony y Despair la población crecería, y por consiguiente, la importancia política de lord local también, superando, o eso esperaba él -líder de la Alianza Einhazan-, a otros castillos como Dion -del también era de copropietario, ya que estaba regido por un clan aliado- Oren o incluso Heine. El crecimiento político propiciaría mayor comercio y por tanto, mucho más oro en impuestos, que en la zona eran del nada despreciable quince por ciento.
     En definitiva, el lord había solicitado al gremio de guerreros, la Warrior Guild, que limpiara de esqueletos y fantasmas las ruinas, unos espectros que la poblaban desde la finalización de la guerra tras haber perdido la vida en ella. Me dijó que si quería conseguir la Sword of Trial primero debía actuar como un warrior de verdad y por tanto me puso a trabajar en la limpieza de estas ruinas, teniéndole que traer como prueba de mi buen hacer, unas cuantas espadas oxidadas de los espectros que eliminará.

    
    Sin objeción alguna me puse manos a la obra, y poco tiempo después me encontraba frente a la puerta de Agony, ante la pared desquebrajada, sin color y medio derruida que antaño fuera la muralla de la ciudad. Esta construcción nacía de la linde de unas montañas bajas que creaban una especie de valle de muy escasa altitud, donde se ubicaba la ciudad.
     Un paso, dos, tres, decidido pero temeroso, provocativo pero con mesura, un manojo de nervios echo guerrero. Mi primera prueba, ¿estaba realmente preparado?, ¿era este mi verdadero camino? Las preguntan me atosigaban creandome indecisión, haciéndome sudar más de la cuenta. El ramaje muerto de un enorme árbol que sobresalía entre los escombros me daba los buenos días. El cantar de los pájaros desaparecía a medida que me acercaba a la entrada y su lugar lo ocupaba un sonido sordo de muerte, el rechinar de las articulaciones de los no muertos a cada movimiento, las voces de ultratumba, de tono doloroso...
      Una persona sensata habría salido corriendo, pero yo deje a mi espalda cualquier tipo de cordura y penetré en el reino de la pesadilla, por aquel marco que separaba el mundo de los vivos con el de la muerte, y muerte fue lo primero que encontré. A mi izquierda una silueta traslucida con una espada curva de color rojizo, era un esqueleto fantasmal armado con una poderosa hoja a la que el tiempo no había echo mella alguna. A sus espaldas una hilera de casas derruidas en la que apenas me fijé, ya que frente a mi, en el centro de la amplia callejuela, mucho mayor que las vistas en Gludio o Gludin, deambulaban más cadáveres. Estos eran terrenales, uno con un arco junto al pozo que coronaba el centro de la arteria de la antaño ciudad, otro, armado con un escudo hacía la ronda con paso tembloroso, como si en cualquier momento se fuera a caer y desarmar, y a mi izquierda, otro demonio traslucido con su mirada prendida en mi...
      Inconscientemente moví una pierna, noté como el suelo árido se apartaba de mi bota a medida que la arrastraba hacia atrás entre piedrecitas y arena. Mi puño prieto sostuvo la espada hacia mi costado derecho mientras mi mano contraria levantaba hasta la altura de mis ojos el escudo, como si tratara de ocultarme... Me había visto, lo sabía, vendría a por mi y no estaba solo, la enorme vía desierta que se habría ante nosotros era increíblemente ancha y no solo los cadáveres que se veían a simple vista en el centro del camino, no solo el ser fantasmagórico de mi derecha, si no que también los seres, innumerables ellos, que se encontraban entre las casas derruidas nos verían y se unirían a la lucha en mi contra. El brillo de un escudo tras una ventana, la sombra esquelética detrás de un muro... Decenas de ellos por todas partes, y yo no podría con uno solo, mucho menos contra todos.
      Un momento después de ese segundo intenso, de miradas cruzadas, de advenimiento mortal, la espada curva golpeaba contra mi escuálido escudo con una fuerza descomunal. Fue por poco y tras un traspiés, pero conseguí mantener el equilibrio, alzar la mirada, desplazar mi escudo hacia delante en el momento justo en el que iba a recibir un segundo golpe, para tratar luego de desplazar con otro movimiento su espada fuera de mi camino, acto seguido contraatacaría con mi mano diestra sin oposición alguna... Pero su golpe de nuevo fue demasiado duro, más que el anterior. Gruñí al recibir el impacto, el escudo se ladeo débilmente en mi brazo, y cuando quise hacer el movimiento para desplazar el arma del enemigo, apenas surtió efecto, en consecuencia, mi estocada fue débil y lenta, y apenas hube rozado su inexistente cuerpo cuando pudo parar el golpe con el rojizo hierro... mis dudas sobre la victoria se confirmaban mientras el ser vociferaba en una extraña lengua con un voz gutural. Jamás podría vencerle, no solo eso, dudaba muchísimo que mi espada pudiera hacer mella en sus huesos traslucidos ¿no lo atravesaría en el momento, lejano, en el que consiguiera golpearle con mi arma?.
     En ese instante una flecha rozo mi cuello, y note como se acercaba otro de aquellos esqueléticos soldados apuntándome con su arco. Iba a morir, solo tenía unos segundos para aceptarlo, para comprender que allí se acababan mis aventuras, que jamás visitarías Aden, ni recorrería como hizo mi padre las plantas malditas de la Tower of Insolence, no tomaría castillos ni mataría grandes dragones, todo había llegado irremediablemente a su fin... Pero algo ocurrió entonces, una luz centelleante, una bola de fuego dio contra mi nuevo atacante a solo unos metros de llegar a mi, lo hizo caer y solo un segundo después vi ante mis ojos como se materializaba la fuerza vital del no muerto en dos bolas rojas que eran absorbidas por un humano que había aparecido justo detrás de mi, acababa de matar definitivamente al espectro, le había durado un suspiro.
     Contra todo pronóstico, resistí una tercera embestida de mi enemigo, que seguía golpeándome con saña. Estaba en el límite de mis fuerzas, pensé en dar media vuelta para echar a correr, tal vez podría llegar hasta la puerta con la ayuda del mago, pero una flecha atravesó mi pierna. Entonces recordé al arquero... Caí al suelo sobre la rodilla de mi pierna buena, con el escudo levantado hacía el fantasmagórico esqueleto, esperando un cuarto y definitivo golpe... Golpe que nunca llegó, pues el mago seguía allí, su superioridad era tal que aquello no se podía catalogar como una simple lucha, más bien como una masacre. Como pude me incorporé y retrocedí hacia la puerta, mientras aquel joven arrasaba el lugar, luces de colores salían de su bastón a cada ataque, eran blessed, un tipo de pastillas que aumentaban el poder de cada golpe con una explosión química, unas pastillas que yo en aquella época aún desconocía, pero que más adelante me ayudarían muchísimo en mis aventuras.

     Crucé el marco de las ruinas, en silencio, aceptando mi derrota, supe entonces que tendría que encontrar otra formula para lograr aquellas espadas y poder ingresas en la Warrior Guild...

miércoles, 3 de abril de 2013

Periodo II: La primera aventura (II)

Continua las aventuras en el reino de Aden de nuestro espadachín aventurero. La historía prosigue tras un largo tiempo de parón, pero más vale tarde que nunca. Capítulo dedicado al servidor Ultima Alianza-Reborn, recienetemente cerrado tras 6-7 años de vida, donde se desarrolló esta aventura.

 Periodo II: La primera aventura (II)

    Sin más tardar, preparé la mochila dejando lo que no necesitaba en mi Warehouse de Gludin, y saliendo por la puerta Este tomé rumbo a la conocida Gludio que tanto frecuentaba, para encontrarme con aquel viejo guerrero venido a menos.
Gracias a mi experiencia reciente seguí fielmente el camino, sin mucho animo explorar posibles atajos para evitar encuentros fortuitos con bestias que pudieran darme muerte, aunque hay que reconocer, que la salida de Gludin exponía a poco peligro. Era una simple recta protegida por laderas elevadas a ambos lados, lisas y sin maleza, creando una pequeña cordillera, mayormente en la cara norte del camino, tan solo empañadas por unas protuberancias rocosas cubiertas de musgo en sus inicios, que iban desapareciendo a medida que te alejabas de la urbe.
     Cuando llegué a la primera bifurcación del recorrido, el cual tenía que tomar hacia el norte, la cadena montañosa pasó de estar a mi izquierda para ubicarse a mi derecha, es decir, el lado este de la senda, impidiendo a los viajeros como yo poder acortar camino campo a través, algo que por otro lado a mi no me molestaba en absoluto, ya que con este muro natural que ladeaba toda esta parte del trayecto hasta prácticamente las ruinas de Agony, me aseguraba protección contra posibles ataques desde esta dirección y por tanto, podía centrar mi atención en el lado contrario, en el cual se ubicaba el Abandoned Camp, un lugar un tanto peligroso para mi. Los OI Mahum eran rivales duros, sobretodo por mi precaria armadura que no me defendía lo suficiente de sus mortíferos golpes.
     Una en el cruce de la entrada de Agony pasadas unas horas, me percaté del paisaje que me rodeaba, tanto el que había recorrido, como, y sobretodo, el que me quedaba por recorrer. Observe mientras tomaba aliento las llanuras cubiertas con el verdor de la hierba, con las enormes montañas de sierras lejanas que limitaban el paisaje casi en el horizonte, así como pequeñas zonas boscosas de encinas centenarias que presentaban una sombra ideal para relajarse tumbado contra sus troncos. Algo más que tentador, no solo por el cansancio del largo viaje, también por los rayos de sol que caían desde el extenso cielo azul que gobernaba el día, haciendo sudar mi cuerpo y por tanto, acrecentando la fatiga de mis piernas.
     Tras dejar de lado las ruinas y tomar el camino derecho en el cruce de esta antigua ciudad, solo me quedaba un trecho de camino recto para llegar a mi destino, aunque tal vez fuera el más peligroso del recorrido, y no por bestias animales, si no por bestias humanas, o elfas, o enanas... las bestias asesinas que poblaban como siempre la zona. De todas maneras, en esta ocasión tuve suerte y el camino finalizó sin mayores contratiempos, pudiendo entrar en Gludio sin haber perdido un solo minuto desde mi partida.

      Gludio es una aldea pequeña, así que no tardé mucho tiempo en llegar a la tienda de armas donde encontraría a Simplon, miembro del clan de guerreros. Ya había estado en su interior en otras ocasiones, pero nunca me cansaba de lo acogedor que era aquella sala, nada que ver con los vendedores de mercadillo que llenaban fuera las calles. Puede sonar absurdo, pero creed cuando os digo que no es lo mismo hacer una compra a descubierto, entre el griterío de la gente, con la calor de la tarde o el frío de la noche, a hacerlo junto a una chimenea encendida, en un clima agradable, con un suelo bien pavimentado, incluso el hacerlo sobre una moqueta Andereña de diseño asbstracto te satisface de tal manera que no te importa que a costa de esto suba el caché de la tienda y por tanto sus precios. Por no hablar de que todo lo que allí se podía comprar era nuevo, armas recién salidas de la forja y organizadas en estantes perfectamente mostrados al público. Ademas, y esto es algo muy importante, siempre con disponibilidad de aquello que buscabas, algo que no ocurría en la calle donde tenías que pelear por encontrar un producto acorde a tus necesidades. A todo esto había que añadir el buen trato del tendero, su experiencia en el uso y venta de armas, la capacidad de poder probar cualquier objeto que estuviera a la venta antes de desembolsar el oro por el. En fin, un serie de comodidades que incrementaban el precio de los productos y que uno estaba contento de pagar, sobretodo si disponía de la riqueza suficiente. La única pega que existía con este establecimiento eran los impuestos procedentes del lord del castillo, que incrementaban aún más el montante total respecto a los vendedores ambulantes, haciéndolos prohibitivos para economías pequeñas como la mía.

     Mientras Simplon atendía a un orco de la lejana y norteña Orc Village, le dije amablemente a su compañera tendera, la pelirroja Sydnia, que no podía ayudarme ya que precisaba hablar con él de un tema referente a la Warrior Guild y por tanto esperaría. Para hacer tiempo volví a ojear las armas que se encontraban a la izquierda del mostrador, tres Throwind Knife, espadas de una mano que descansaban en un estante vertical a raz de suelo, y junto a estas, detrás de la pequeña escalera de mano dos enormes Brandish, aceros a dos manos, que más adelante terminaría comprando para mi uso personal En la parte alta, un maravilloso escudo Aspis junto a otros de menor calidad y en la zona intermedia unos extraños cofres que guardaban algo desconocido para mi.
     Observé los estandartes que decoraban la tienda, el más repetido y que colgaba del techo descansando sobre las paredes, eran unos pequeños terminados en pico bien definido, azules con un grifo dorado, ese ave mitológica con cabeza y alas de águila así como patas y cuerpo de león. Su exquisito mobiliario traído de diversos puntos geográficos, una alacena de Heine, un armarito bajo de dos puertas de Giran..., los pedidos de clientes que colgaban detrás de la bella Sydnia y en definitiva, toda la decoración del lugar, desde libros esporadicos sobre muebles a jarras y cuencos decorativos, desde cajas en el suelo hasta las velas que alumbraban el interior del local, desde la bella Sydnia hasta un pequeño baul de madera.
     Simplon tosió intencionadamente para que me fijará en él, pues ya había despachado el orco y según todos los indicios quería hacer lo propio con migo, a sabiendas, estoy seguro, cual era el motivo de mi visita.