jueves, 1 de octubre de 2009
Encuentro pasajero.
Imaginad un rocoso acantilado sobre el Mar de Tetis, a finales del cretácico, por el que sobrevuelan enormes monstruos salidos de alguna historia de ciencia ficción. La espuma salpica las afiladas piedras en las que termina la vertical pendiente, con la fuerza despiadada de las olas que gritan en nombre de los futuros océanos. Como pretendiendo separar con su empuje a más velocidad los continentes que dejarán el mapa terrestre que hoy conocemos.
La temperatura era sofocante, a plena mañana si hubiera existido un termómetro habría marcado cuarenta y siete grados, lo habitual por esa zona en esa época. Las cícadas y los ginkgos estaban ya en decadencia mientras las palmeras comenzaban a adornar el paisaje, y sobre estas dando su sombra, se podía observar el majestuoso vuelo de un Tropeognathus, con su enorme cresta ósea en el extremo de la mandíbula, de forma redondeada, ideal para capturar peces en pleno vuelvo. Y su lindo, casi poético color blanco adornado con lineas negras en su cuello que nacían desde la mancha oscura de su pecho, y terminaban con pequeños toques del color dorado del sol. Este pterosaurio obstentaba desde hacía millones de años el rango del mayor ser vivo volador existente en todo el planeta, pero su reinado se estaba acercando a su fin. Por alguna extraña razón, pocos miles de años después desaparecerían para siempre dejando simplemente sus huesos bajo los sedimentos. Huesos que unos extraños seres surgidos de la evolución del primate encontrarían con el largo pasar del tiempo dejando volar su imaginacion con tan magnifico ser.
En otro lugar no muy lejano, se encontraba un Quetzalcoatlus, precisamente el enorme reptil que comenzaba a reclamar el cielo como suyo; su tamaño, descomunal. Era un macho adulto de once metros de longitud y casi cien kilogramos de peso al que le costaba bastante no solo levantar el vuelo, si no también mantenerlo debido a su peso, viéndose obligado a planear sobre las corrientes para mantenerse en el aire.
Minutos después ambos seres se encontraron, el primero estaba descansando sobre la cornisa del acantilado, el segundo bajo el vuelo y se detuvo a su lado, ambos se miraron durante un instante eterno y los dos comprendieron, sin palabras, sin sonidos, solo una mirada sincera entre las sacudidas del mar golpeando las rocas, bramando contra ellos por robarles las pesca que tanto trabajo le había costado criar. El final de un reinado, el nacimiento de uno nuevo, el final del abuelo, el comienzo del nieto.
El Quetzalcoatlus con trabajo retomo el vuelvo y prosiguió su viaje, Tropeognathus quedo abatido sobre la misma roca. Creedme cuando os digo que desconozco si estos fascinantes animales podían llorar, pero lo cierto es que este lloró amargamente.
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¡Eres un volcán colega!.Me gusta la gente con fantasía desbordante.Te agradezco mucho tus palabras, pero aunque comparto muchos de tus gustos por lo que he curioseado en tu blog, me parecen excesivos tus elogios.
ResponderEliminarNo pongas freno a la inventiva. Seguimos viéndonos.
¡La imaginación al poder! ¡Salud y Revolución!
Boikot a cocacola dice jajajajaja
ResponderEliminarA mi me gusta la coca-cola...pero eso no tiene nada que ver xDDD
Gracias por pasarte por mi blog, y por cierto escribes genial.
Qué bueno cuento! Me encantó! Gracias por tu comentario en mi blog.
ResponderEliminarMe gustó tu blog así que ya soy tu seguidora.
Besitos.
Me has hecho retroceder a un tiempo que ni siquiera en mis sueños conozco. Gracias por la visita a mi blog.
ResponderEliminarMe encantó leerte, visitarte y descubrirte. Es un placer disfrutar de tus relatos y de tu hermoso espacio virtual. Saludos
ResponderEliminarLa lucha siempre ha estado en los más oscuros fundamentos de la sociedad. Del freático a la era del consumo. Y, aunque de manera imperceptible, cada vez es más agresiva, combativa, destructiva.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte por mi blog,
te sigo! :)
El final de la historia me trasladó sin querer al Cabo de Finisterra, también conocido como el fin del mundo, también conocido como la costa de la muerte.
ResponderEliminarMe sorprendo ante tus relatos y la calidad de los datos que aportas. Delicioso es el termino que se me ocurre para describirlo.
Un abrazo.
te agradezco mucho el comentario! si, las cosas pasan, mañana sera un dia nuevo! Buenos relatos! Nos mantenemos en contacto! Saludos!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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