martes, 23 de marzo de 2010

El poder de los dioses (I)

Esta historia trata de un joven sin nombre que tras una rápida niñez creció precozmente bajo la tutoría de dos ancianos brujos, por ello, siempre fue rechazado, por temor. Siempre tuvo grandes complejos, se sentía infravalorado, triste, falta de seguridad y jamás creyó que pudiera superarlo, sin embargo, con el tiempo lo logró más facilmente de lo esperado, pues el amor había entró en su vida, lejos quedarón los días oscuros y solitarios en los que sollozaba en soledad, tras muchos años, ahora nuestro peculiar personaje se sentía tranquilo, feliz, realizado...

No se trataba, aunque pudiera parecer, que esta felicida proveniera del amor que sentía hacia su amada, si no que lo hacia exclusivamente del amor que ella sentía por él, le gustaba sentirse amado y deseado por alguien, era egoísta si, pero no necesitaba nada más para ser dichoso, consiguió con los elogios de su pareja amarse a si mismo, reconocer sus cualidades, sentirse importante ante los ojos de la gente.

El la trataba mal, a cada mala palabra que le lanzaba le hacía sentirse mejor pues el echo de que le soportara era interpretado por él, como que la dependencia y el amor que inspiraba era incomparable con nada, el sufrimiento de su amor de cierta forma era su satisfacción.

Sin embargo y como era previsible, pasados unos años, justo después de un placido verano, junto a las primeras lluvias otoñales ella decidió que no le aguantaría más, se arto de los malos modos, de los golpes y el desprecio.

Él enloqueció, lo que en otros momentos fueron sus bellos cabellos dorados ahora eran guiñapos de pelo negro, el color de sus ojos pasó del verde más hermoso imaginable al gris lastimoso mas sucio que pudiera existir, de entre los poros de la piel antes hermosa y suave surgieron ampollas y heridas que nunca supuraban llenándole la cara de sangre, pus y manchas, su cuerpo en si mismo se consumió rapidamente en algo viejo y débil, y en su lamento imploro a los dioses, lloro lamentablemente mientras su vida se marchitaba, mientras su corazón sangraba amargamente, tal fue su desconsuelo que ante el se presentaron los cuatro dioses del firmamento, el Dios de la muerte, el Dios de la guerra, el Dios del hambre y el Dios de la cólera.

Tirado en el suelo en postura fetal le rodearon los cuatro dioses oscuros de figuras altas y delgadas, lo miraban con sus rostros extraños en silencio.

El primer Dios le ofreció su poder, el poder de la muerte con la que hubiese podido arrebatarle la vida a su amada para así vengarse de todo el sufrimiento que le había producido al osar abandonarlo, pero él lo rechazo.

El segundo Dios le ofreció su poder, el poder de la guerra con el que hubiese podido golpear hasta la muerte a todos aquellos que osasen cortejar a su amada robándosela definitivamente, pero él lo rechazo

El tercer Dios le ofreció su poder, el poder del hambre y la escasez con el que hubiese podido alejar a todos los hombres de su amada, para que esta conociera la soledad a la que el mismo se había visto sometido por su culpa, pero él lo rechazo.

El cuarto Dios le ofreció su poder, el poder de la cólera con la que podría odiar por el resto de los tiempos a su amada, olvidando el amor o incluso su propia soledad pues el odio era el sentimiento mas fuerte y puro que se conocía en el lugar, él acepto.

Continuara...

sábado, 13 de marzo de 2010

Hoy a salido el sol


Hoy ha salido el sol, puedo ver el cielo perderse en el horizonte más allá de donde mi vista alcanza a ver, con su precioso azul que cubre todo el firmamento. Todo esta verde y aún se ven aquí y allí charcas que dejo la lluvia donde nadan y saltan decenas de ranas.

La arena de playa se calienta con el calor del medio día y el mar en calma brilla como hacía tiempo que no recordaba, detrás de los dorados granos bañados con el agua salada esta el bosque de altos pinares adornado con miles de vinagretas amarillas, camaleones, el cantar de los pájaros y los muchos insectos que hoy fin puede salir libres.

Y me encanta, si, me encanta notar mi rostro bañado por el sol de Marzo, si, hoy por fin, ha salido el sol.

martes, 9 de marzo de 2010

Inocencia

Llovía fuera, solo unas gotas aunque el día era gris oscuro y de tarde en tarde sonaba el estruendo de algún trueno previamente acompañado de un fugaz rayo. Dentro solamente sonaba desde fuera el viento con furia, había una temperatura agradable y la tranquilidad solo era quebrantada por el continuado golpeo de una rama contra la ventana, amenizado por el hilo musical a bajo volumen y tranquilo que sonaba en una pequeña radio antigua.

La habitación estaba vacía, sin muebles, sin gente, tan solo la pequeña radio en el suelo sonando para nadie, la misma imagen se repetía por toda la ciudad, todas y cada una de las casas deshabitadas, en todo el país y resto del mundo. Tampoco quedaban pájaros a los que oír cantar, ni el ladrido de los perros, en todo mundo el único sonido era el de la tormenta, ese, y el de aquella pequeña radio sonando para el vacío con unas notas tristes, tranquilas de buen jazz.

Sin embargo la radio atraía hacia ella a alguien desde un lugar muy lejano, era el sonido del mismísimo fin y acabaría con el último ser del firmamento nada más entrar por aquella puerta, cuando las primeras notas entraran en su cabeza.

Aquella figura lejana era extremadamente frágil, pequeña, femenina, no aparentando mucho mas de ocho o nueve años, con un vestidito rojo y un paraguas a su medida se encaminaba despacito mientras reía y tarareaba alguna canción infantil, último reflejo de aquel mundo, condenada a perecer por la melodía que la atraía...

Esta niña era el ultimo fragmento de la inocencia.