En este episodio el guerrero enfrenta la primera gran misión de su vida, ¿saldrá victorioso?.
Periodo II: La primera aventura (III)
Simplon fue rápido y conciso, me
explicó de forma muy apresurada que recientemente el Lord del
castillo estaba tratando de restaurar las ruinas de Agony y Despair,
un proyecto algo loco dada la escasez de recursos locales. Es cierto
que el territorio de Gludio es uno de los mayores del Reino, tanto de
Aden como de Elmore y tan solo equiparable en extensión con el de
Oren. Pero el nivel de la comarca, tanto políticamente como
económicamente está anclada en el pasado y es una de las regiones
más pobres del mundo conocido. Gludin ha crecido mucho gracias a su
mercado naval y a su puerto que lleva viajeros a Goddard, Talking y
Girand, pero el echo estar tan alejada de la capital del reino lastra
su economía e importancia. Si esto no fuera poco, también perjudica
la distancia que existe entre la ciudad y el castillo desde donde el
lord gobierna Gludio.
Sin embargo, si a estas tres ciudades le sumáramos unas
reconstruidas Agony y Despair la población crecería, y por
consiguiente, la importancia política de lord local también, superando, o eso
esperaba él -líder de la Alianza Einhazan-, a otros castillos como
Dion -del también era de copropietario, ya que estaba regido por un clan
aliado- Oren o incluso Heine. El crecimiento político propiciaría
mayor comercio y por tanto, mucho más oro en impuestos, que en la
zona eran del nada despreciable quince por ciento.
En definitiva, el lord había solicitado al gremio de guerreros,
la Warrior Guild, que limpiara de esqueletos y fantasmas las ruinas,
unos espectros que la poblaban desde la finalización de la guerra
tras haber perdido la vida en ella. Me dijó que si quería
conseguir la Sword of Trial primero debía actuar como un warrior de
verdad y por tanto me puso a trabajar en la limpieza de estas ruinas,
teniéndole que traer como prueba de mi buen hacer, unas cuantas
espadas oxidadas de los espectros que eliminará.
Sin objeción alguna me puse manos a la obra, y poco tiempo
después me encontraba frente a la puerta de Agony, ante
la pared desquebrajada, sin color y medio derruida que antaño fuera
la muralla de la ciudad. Esta construcción nacía de la linde de
unas montañas bajas que creaban una especie de valle de muy escasa
altitud, donde se ubicaba la ciudad.
Un paso, dos, tres, decidido pero temeroso, provocativo pero con
mesura, un manojo de nervios echo guerrero. Mi primera prueba,
¿estaba realmente preparado?, ¿era este mi verdadero camino? Las
preguntan me atosigaban creandome indecisión, haciéndome sudar más
de la cuenta. El ramaje muerto de un enorme árbol que sobresalía
entre los escombros me daba los buenos días. El cantar de los
pájaros desaparecía a medida que me acercaba a la entrada y su
lugar lo ocupaba un sonido sordo de muerte, el rechinar de las
articulaciones de los no muertos a cada movimiento, las voces de
ultratumba, de tono doloroso...
Una persona sensata habría salido corriendo, pero yo deje a mi
espalda cualquier tipo de cordura y penetré en el reino de la
pesadilla, por aquel marco que separaba el mundo de los vivos con el
de la muerte, y muerte fue lo primero que encontré. A mi izquierda
una silueta traslucida con una espada curva de color rojizo, era un
esqueleto fantasmal armado con una poderosa hoja a la que el tiempo
no había echo mella alguna. A sus espaldas una hilera de casas
derruidas en la que apenas me fijé, ya que frente a mi, en el centro
de la amplia callejuela, mucho mayor que las vistas en Gludio o
Gludin, deambulaban más cadáveres. Estos eran terrenales, uno con
un arco junto al pozo que coronaba el centro de la arteria de la
antaño ciudad, otro, armado con un escudo hacía la ronda con paso
tembloroso, como si en cualquier momento se fuera a caer y desarmar,
y a mi izquierda, otro demonio traslucido con su mirada prendida en
mi...
Inconscientemente moví una pierna, noté como el suelo árido se
apartaba de mi bota a medida que la arrastraba hacia atrás entre
piedrecitas y arena. Mi puño prieto sostuvo la espada hacia mi
costado derecho mientras mi mano contraria levantaba hasta la altura
de mis ojos el escudo, como si tratara de ocultarme... Me había
visto, lo sabía, vendría a por mi y no estaba solo, la enorme vía
desierta que se habría ante nosotros era increíblemente ancha y no
solo los cadáveres que se veían a simple vista en el centro del
camino, no solo el ser fantasmagórico de mi derecha, si no que
también los seres, innumerables ellos, que se encontraban entre
las casas derruidas nos verían y se unirían a la lucha en mi contra.
El brillo de un escudo tras una ventana, la sombra esquelética
detrás de un muro... Decenas de ellos por todas partes, y yo no
podría con uno solo, mucho menos contra todos.
Un momento después de ese segundo intenso, de miradas cruzadas,
de advenimiento mortal, la espada curva golpeaba contra mi escuálido
escudo con una fuerza descomunal. Fue por poco y tras un traspiés,
pero conseguí mantener el equilibrio, alzar la mirada, desplazar mi
escudo hacia delante en el momento justo en el que iba a recibir un
segundo golpe, para tratar luego de desplazar con otro movimiento su
espada fuera de mi camino, acto seguido contraatacaría con mi mano
diestra sin oposición alguna... Pero su golpe de nuevo fue demasiado
duro, más que el anterior. Gruñí al recibir el impacto, el escudo
se ladeo débilmente en mi brazo, y cuando quise hacer el movimiento
para desplazar el arma del enemigo, apenas surtió efecto, en
consecuencia, mi estocada fue débil y lenta, y apenas hube rozado su
inexistente cuerpo cuando pudo parar el golpe con el rojizo hierro...
mis dudas sobre la victoria se confirmaban mientras el ser vociferaba
en una extraña lengua con un voz gutural. Jamás podría vencerle,
no solo eso, dudaba muchísimo que mi espada pudiera hacer mella en
sus huesos traslucidos ¿no lo atravesaría en el momento, lejano, en
el que consiguiera golpearle con mi arma?.
En ese instante una flecha rozo mi cuello, y note como se acercaba otro de aquellos esqueléticos soldados apuntándome con su arco. Iba a morir, solo tenía unos segundos para
aceptarlo, para comprender que allí se acababan mis aventuras, que
jamás visitarías Aden, ni recorrería como hizo mi padre las
plantas malditas de la Tower of Insolence, no tomaría castillos ni
mataría grandes dragones, todo había llegado irremediablemente a su
fin... Pero algo ocurrió entonces, una luz centelleante, una bola de
fueg
o dio contra mi nuevo
atacante a solo unos metros de llegar a mi, lo hizo caer y solo un
segundo después vi ante mis ojos como se materializaba la fuerza
vital del no muerto en dos bolas rojas que eran absorbidas por un humano
que había aparecido justo detrás de mi, acababa de matar
definitivamente al espectro, le había durado un suspiro.
Contra todo pronóstico, resistí
una tercera embestida de mi enemigo, que seguía golpeándome con
saña. Estaba en el límite de mis fuerzas, pensé en dar media
vuelta para echar a correr, tal vez podría llegar hasta la puerta
con la ayuda del mago, pero una flecha atravesó mi pierna. Entonces
recordé al arquero... Caí al suelo sobre la rodilla de mi pierna
buena, con el escudo levantado hacía el fantasmagórico esqueleto, esperando un
cuarto y definitivo golpe... Golpe que nunca llegó, pues el mago
seguía allí, su superioridad era tal que aquello no se podía
catalogar como una simple lucha, más bien como una masacre. Como
pude me incorporé y retrocedí hacia la puerta, mientras aquel joven
arrasaba el lugar, luces de colores salían de su bastón a cada
ataque, eran blessed, un tipo de pastillas que aumentaban el poder de
cada golpe con una explosión química, unas pastillas que yo en aquella época aún desconocía, pero que más adelante me ayudarían
muchísimo en mis aventuras.
Crucé el marco de las ruinas, en
silencio, aceptando mi derrota, supe entonces que tendría que
encontrar otra formula para lograr aquellas espadas y poder ingresas
en la Warrior Guild...