lunes, 5 de julio de 2010

Periodo I: Dark elven village

Aquí volvemos con las crónicas de Aden, siguiendo la historia del valoroso guerrero en el Reino de Aden con sus primeras batallas y aventuras en la tierra de los elfos oscuros

Periodo I: Dark elven village

    Hongos, muchos hongos, del tipo vegetal ojo. Hongos de un tamaño descomunal que andaban y corrían, quedé anonadado al verles y no solo a ellos. En aquel tenebroso bosque vi cosas que jamás hubiera esperado, aquellos seres de cuerpo rojizo, brazos mal formados, sin inteligencia, que deambulaban dando saltitos de un lugar a otro como si estuvieran perdidos en su propio hábitat... Era la cosa más extraña que había visto nunca, pero concluí que al fin y al cabo serían una buena opción para ir mejorando mi manejo de la espada, también para obtener algo de dinero y como no, algunos materiales que ellos, como el resto de seres del mundo portaban y que al matarlos, se les caían al suelo. Estos hongos, Fungus de nombre real, estaban por doquier en aquella zona libre de arboles, sobre un corto césped y alrededor de unas ruinas antiquísimas que se hallaban en el centro del prado. Entendí, que aquel vegetal no era demasiado fuerte justo antes de encaminarme valerosamente hacia ellos, lo confirmé al ver cerca de la zona a unos cuantos goblins que los cazaban. Parecía que era su alimento preferido, o por lo menos el de más fácil acceso dado los festines que se daban cada vez que conseguían uno. A su vez, los goblins tenían demasiado cerca a unos orcos primitivos, que los capturaban con saber dios que fin.

     Maté muchos Fungus, no todos estos seres eran iguales, aunque a simple vista si lo parecía eran de diferentes ramas evolutivas, ambas igual de accesibles para mi. También me percaté que yo no era el único que entrenaba en aquel lugar, en los bosques y praderas había muchos elfos oscuros que practicaban su poder, tanto con armas como con magia.
      Entrené con ellos hasta que uno de esos abominables goblins cometió el gran error de atacarme. Al sentir su golpe me di la vuelta de inmediato, pues como Goblin que era, me había atacado por la espalda. Ahí estaba ese pequeño e impresentable monstruo, gritandome con extraña voz chillona y macabra. El hedor que desprendía era inconfundible, vestía harapos y un cinturón de cuero que le bajaba desde el hombro hasta la cintura pasandole por la espalda. No sé con que finalidad lo llevaba de esa manera, pero al menos iba vestido, y eso ya era algo. Sin duda el cinturón provenía de lo que alguna vez fuera armadura. Su arma no era otra cosa que un palo mal tallado. su piel sucia estaba tatuada con símbolos extraños. Su cara envejecida desprendía tanto infelicidad como maldad.
      Fue el primer enemigo al que me enfrenté que utilizo armamento contra mi -sin tener en cuenta claro, mi amarga estancia en Gludio-, muy rudimentario, es cierto, pero armamento al fin y al cabo. Mi primer enemigo con una inteligencia básica, lejos quedaban los malditos lobos y Gremmlins de Talkin Island.

      Pronto me percaté, que las historias que contaban de los Elfos oscuros no eran del todo reales, conocí en aquel bosque a muchos de ellos y habitualmente colaborábamos juntos dando caza a bestias locales. Recuerdo vagamente a Kalannar, Adrian1991 o Boix entre otros muchos con los que compartí aquellos días. También recuerdo, como no, a Sparto, aunque a este lo conocí cerca de Gludio, en uno de mis tantos viajes a la ciudad. Viajes en los que iba a comerciar con enanos, para venderles los materiales obtenidos en los entrenamientos del bosque, o para hablar con los guerreros del Warrior Guild donde aprendía nuevas técnicas de ataque y defensa de las que os hablaré detenidamente más adelante.

      Me aventuré alejándome cada vez más de la aldea de los elfos oscuros, la cual se hallaba dentro de una montaña maldita, más cerca de Elmore que del propio Adén, bajo el Lord de Oren. Ocurre algo muy curioso en esta población; es imposible ir caminando sin atravesar otra regiones desde la aldea hasta hasta el castillo desde donde se la rige. Una descomunal cordillera de montañas así lo impide. Siempre me pregunté, como gobernaban este lugar desde la ciudad acorazada, no había caminos hasta aquí para traer mercancías, ni había forma de comunicarse sin un gran viaje atravesando Girand, Dion y Gludio.
      Como decía, me aventure más allá, donde los hongos eran mas simples que cucarachas en comparación a lo que enfrentaba... El pantano fue un tiempo mi segundo hogar, mis avances en la danza de la guerra mejoraban día a día, ya que solo un tiempo atrás semejante lugar hubiera poblado mis peores pesadillas. Tiempo pasado... Yo ahora yo luchaba allí, contra espectros de cuyo brazos brotaban afiladas cuchillas, casi invisibles entre la niebla que cubría esas charcas de agua nauseabunda. Contra zombies de carne putrefacta y el color verdoso de la podredumbre, Luchar contra los cadáveres vueltos a la vida me daban una experiencia sin igual, no eran unos rivales adecuados para los magos, resistían muy bien la magia, pero nada tenían que hacer contra un buen aprendiz de guerrero.

      El dinero era un problema para mí por aquel entonces, todo era sumamente caro, cualquier arma decente era inasequible para mis modestas adenas. Los impuestos de los castillos más el alto precio al que vendían sus creaciones los enanos a las tiendas de armas y equipamiento hacían subir los precios en Dark Elven Village y Gludio de manera desorbitante. Siempre estaba la opción de los mercadillos no oficiales de Gludio y Dion, pero no siempre encontraba los complementos de armadura o espadas que yo requería. Así pues me costó mucho ir renovando mi equipo de combate, una de mis compras más importantes me costó poco mas de 60.000 adenas, era un gran arma de dos manos, la Brandish que me acompañó una pequeña temporada. La compré un tiempo después de dejar el bosque de los elfos, cuando me asenté en Gludio durante una época.

      Visité la gran School Of Dark Arts, semejante laberinto a cientos de metros bajo el suelo debió de tardar siglos en construirse. Aquella mística construcción era mi perdición cada vez que me atrevía a descender por sus pasillos de cientos de metros de altura, plagados de esqueletos diabólicos y otros seres aún más espeluznantes, seguramente restos de los hombres con los que los elfos experimentaron en ese lugar su magia negra.
      Tanto con dagas como con arcos, esos sacos de huesos luchaban contra mi, y e de decir, que tuve suerte en aquellos pasillos y salas, ya que en una de mis osadas exploraciones a su interior, justo tras bajar aquella interminable cuesta, cuando el cielo no era mas que una línea sobre mi cabeza en lo alto las extensísimas paredes, pasando las salas de los orcos, tras matar uno de aquellos arqueros pude recoger su magnifico arco del suelo, con el que comercié en Gludio y conseguí adenas frescas que me fueron muy útiles para salir de mis apuros económicos.

      No fue ese mi único golpe de suerte, una agradable tarde me sentía con fuerzas de andar y conocer el lado opuesto de Dark Elven. Me habían comentado la belleza del lugar, así que marché hacia el bosque de la luz. No estaba lejos pero tampoco cerca, un paseo tranquilo, para disfrutar del agradable clima y la belleza de la naturaleza. Paseaba oyendo el cantar de los pájaros, saludando a los caminantes, observado a los elfos nativos que por allí entrenaban... y cuando estaba aproximadamente en mitad del viaje, en el suelo de aquel camino y abandonada o perdida por su dueño, encontré abandonada una daga que me ayudó de nuevo en el tema económico. Pude venderla por más de 200.000 adenas, ¡canto dinero junto!. Lo invertí en nueva equipación y dudaba si volvería a tener tanto dinero junto. El viaje era perfecto en todos los sentidos, aprendí una gran lección ese día, nunca le hagas el feo al caminar, pues nunca sabrás lo que puedes encontrar en tu viaje.

      Y a todo esto, que decir de la ciudad de elfos... simplemente maravillosa, estaba sobre un lago de cristalinas aguas, como si levitara mágicamente. Era un poblado circular con varios puentes que te llevaban a ella. La ciudad crecía alrededor de árbol inmenso, milenario, plantado por algún elfo de épocas pasadas en el centro de la plaza más grande, se notaba en el lugar alegría y cordialidad, fue un buen viaje, siempre lo recordaré.

      Dejando de lado esta visita, solíamos estar mucho tiempo entrenando los elfos y yo, sobretodo en la zona de Black Rock Hill. Lo que allí había era difícil de creer, grandes rocas con vida, con brazos y piernas. Era increíble luchar con aquellos monstruos, sin duda, lo más espectacular que había visto hasta ese momento en mi vida. Más incluso que las malditas arañas. Los golems -que así se llamaban- eran perfectos para endurecer nuestros músculos, golpearlos una y otra vez nos hacia fortísimos, y sus golpes eran ideales para hacernos insensibles al dolor. Nos prepararon para ir a la ciudad, esta vez si, de Gludio.
      Días enteros estuve en Black Rock, y muy gratamente viene a mi memoria aquellas tardes donde acompañado por los elfos oscuros, poníamos en practica nuestras mejoras en el combate. Evitando eso si, a las malditas arañas y su mortífero veneno.
      Justamente en aquella época empecé a disfrutar como guerrero, a sentir el poder físico de mi cuerpo y a alegrarme de haber elegido este como mi destino. Ir en cabeza, eligiendo a que enemigos golpear, mientras mis amigos oscuros, más débiles en nivel y también en defensa, me seguían como a un líder, no tenía precio. Tenían que evitar ser las victimas de las acometidas de los golems, yo como humano estaba echo de un material más resistente, una mejor condición física para aguantar las sacudidas bestiales de las bestias de roca... Eso hacía sentirme superior, y me encantaba tener más responsabilidad, como el jefe del grupo, el que los guiaba a la victoria o los conducía a la muerte...

     Sí amigos, días enteros antes de marcharme de allí, antes de verme capacitado para enfrentarme a asesinos y bestias en Gludio. Y no miré atrás, pensando que nunca echaría de menos aquel lugar, cuan equivocado estaba, y cuanta nostalgia siento ahora... Pero por otra parte no me arrepiento de haberme ido, ya que nada más partir, al llegar a la ciudad, supe que había llegado a oídos de un gran guerrero de Gludin mis hazañas, y que podría, si hablaba con él, hacer una peligrosa misión, para ganarme el titulo de Warrior.