jueves, 1 de abril de 2010

El poder de los dioses (II)

Y el sol se alzó una mañana más sobre el hermoso paraje proyectando sus sombras bajo los centenarios árboles que cubrían todo lo que alcanzaba la vista, los animales despertaban junto al cantar de los pájaros, todo era como una postal de cuento.

En un rinconcito de este maravilloso lugar, apoyado contra un tronco caído de lo que una vez fue un árbol se encontraba el de nuevo joven y hermoso pero feroz protagonista de nuestra historia. Hubiera sido un día normal salvo porque esa mañana la vio, la vio teniendo sexo lascivamente esa mañana con otro hombre, y él no puedo evitar que todas las emociones que había dejado atrás volvieran a él con más fuerza si cave, brotándole la cólera desde lo más profundo de su cuerpo, desgarrándole la piel, vomitando rabia en forma de fuego, llorando magma incendiario.

El día se cubrió de nubes y comenzó a llover acido puro que quemo todo lo verde del bosque, mato toda la vida en kilómetros a distancia, la cólera lo consumió y desde lo más profundo de sus entrañas brotó la muerte que una vez le fue otorgada, una ola de peste bubónica recorrió el mundo dejando a su paso solo muerte y putrefacción.

Pero allí seguían los dos enamorados como si nada ocurriese a su alrededor, como si una barrera de cristal impidiera que nada les afectara, ante esto, al volver a mirarles, consumido por la cólera y la muerte no pudo evitarlo, y de sus entrañas brotó el la guerra que una vez le fue otorgada, el odio se apodero del mundo creando batallas y conflictos en cada rincón del firmamento, dejando a su paso solo destrucción y violencia.

Y una vez más, al mirarlos, los dos enamorados seguían inalterables, desnudos fornicando en ese círculo de placer que los rodeaba y protegía, consumido por la cólera, la muerte y la guerra, de sus entrañas brotó el hambre que una vez le fue otorgada, la miseria y la escasez tomaron el resto del mundo creando la pobreza y la injusticia, dejando a su paso solo cadáveres e inanición.

Fue entonces cuando todos los poderes se volvieron contra él, él cual comenzó a devorarlos a grandes dentelladas con su boca sin dientes y casi sin encías, hinchándose de forma grotesca, deformada, sus músculos ahora eran bolas deformes explotando aquí y allá, la piel que los contenía, sus músculos, eran morados, oscuros, de sus venas abiertas surgía en forma de torrente una sangre coagulada y casi putrefacta, era un espectáculo tan dantesco que no puede ser descrito.

Cuando hubo devorado por completo toda cólera, la muerte, la guerra y el hambre, alcanzando en el proceso una altura de decenas de metros vio ante él, el horizonte que había creado de destrucción y muerte, el planeta arrasado completo. Imploró, imploró nuevamente a los dioses, para que le libraran de aquel pesar.

Y la sangre brotó aun con mas fuerza cuando las espadas cercenaban su carne a manos de los dioses, llenado con esta todos los ríos del planeta, de los pedazos de carne que caían sobre los campos se creo el abono del que crecerían las plantas y de la putrefacción de los mismos, la vida cual gusanos que devoran los cuerpos muertos.

Los cuatro dioses gastaron todos sus poderes para exterminar a tan abominable criatura muriendo de agotamiento, al morir ellos, murió la cólera, la muerte, la guerra y el hambre, vagando desde entonces todas a su antojo por cada rincón de la tierra.

En este mundo nuevo tan solo quedaron dos figuras puras, la de los enamorados que se elevaron hasta el cielo, con un poder tan maravilloso que no tenía cabida en este mundo, el poder del amor, el poder del sexo.

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